11-07-08 FESTIVAL VIA DE LA PLATA - Mérida-Badajoz (Albergue Juvenil)

IRON MAIDEN

            "We shall go on to the end, we shall fight in France, we shall fight on the seas and oceans..." Con estas palabras de Churchill daba comienzo la que sería la única actuación de Iron Maiden en España en su gira  "Somewhere Back in Time". En Mérida, 15.000 personas enloquecían.

            Tres cuartos de hora antes Slayer había lanzado su última carga de profundidad, dejando al público preparado para los ingleses. Los pocos huecos que quedaban en las primeras filas comenzaban a llenarse, mientras que la parte trasera del recinto se inundaba con la riada de gente que llegaba justo para ver a su grupo favorito. En una esquina, un camión cisterna, que formaba parte de la instalación de micro-clima, refrescaba a aquel que se acercase.

            El escenario está a oscuras y las pantallas instaladas a ambos lados de él dejan ver la llegada de los Maiden a España en el Ed Force One y a Dickinson en su cabina.

            De repente, las imágenes a color cambian por unas en blanco y negro. Churchill comienza su discurso. La gente se pone más nerviosa aún, consciente de que en unos segundos tendrán a los señores del heavy metal a sólo unos metros. Los primeros acordes de "Aces High" se oyen… y sólo unos destellos blancos rompen la oscuridad del escenario. En el momento justo, ¡un estallido de luz y fuego nos muestra a los seis miembros de la banda en un magnífico entorno! Dave y Adrian se sitúan a la izquierda, Bruce está colocado delante de la batería –donde Nicko se ha hecho fuerte- y Steve y Janick a la derecha. Éste no tarda mucho en ponerse a desfilar por el escenario, mientras Dickinson no para de balancearse sobre sus piernas y levantar los brazos animando al público que, hay que decirlo, está sobrado de motivación: no hay ni un alma que no coree el estribillo "Run, live to fly, fly to live, do or die - Run, live to fly, fly to live. Aces high". Este hombre, que en breve cumplirá 50 años, se mueve y salta por el escenario como si fuesen dos de 25. Como contrapunto, los siempre estáticos Smith y Murray parecen formar parte de la estructura. Gers pronto ocupa el que será su lugar durante casi toda la actuación, en el extremo derecho, donde no para de jugar con su guitarra, lanzándola al aire o girándola alrededor del cuello, como si de un malabarista se tratase. Y Harris… lo siento, pero es impresionante ver a este hombre corriendo de un lado a otro pulsando las cuerdas de acero de su bajo. Impresionante.

            El escenario está ambientado de manera similar al mostrado en la gira del Powerslave, con motivos egipcios, estatuas de Anubis y una gran efigie con la cara de Eddie al fondo. Este fondo cambia en cada canción.

            A "Aces High" le siguen "2 Minutes to Midnight", "Reveletions" y "The Trooper", donde Bruce se viste con una casaca roja, agarra una bandera británica y se dedica a pegar carreras de un lado a otro mientras la agita, intentando incluso distraer a Janick pasándole la Union Jack por la cara. Continúan con "Wasted Years" –donde de manera ilógica espero que hagan como en ese playback grabado en Alemania donde se intercambian los instrumentos- y siguen con "The Number of the Beast", donde aparece la figura animada de un demonio sobre la esquina del escenario. El público sigue cantando y saltando como loco: están disfrutando de un magnífico concierto.

            Después de recordarnos el número de la Bestia, le toca el turno a un tema más "actual", donde Bruce se pregunta "Can I Play with Madness?". Y tras la locura llega un temazo, que seguro será uno de los grandes momentos del concierto: "The Rime of the Ancient Mariner". El fondo del escenario se convierte en la cubierta de un barco, con las velas hechas jirones moviéndose con el viento emeritense. Y, cuando llega el momento de calma -donde Harris domina con su bajo- la luz se torna azul, la niebla invade el escenario y la iluminación comienza a descender y adopta la forma del velamen de un navío, meciéndose como hasta hace un momento lo habían hecho los restos de vela. ¡Tenía los vellos erizados de la emoción! Es la primera vez que veo a los Maiden en directo y estoy disfrutando como nunca. Pero lo bueno no se acaba, porque ahora enlazan con otra gran canción del mismo álbum… "Powerslave", donde Bruce aparece con su máscara de plumas.

            Y como no hay lugar para el descanso, "Heaven can Wait" sirve para arrancar unos coros al público, que también sube al escenario para acompañar a los Maiden, como viene siendo habitual en la gira. La "sorpresa" fue "Fear of the Dark", ya que no pertenece a los discos que abarca este tour (hubiese preferido otra canción, pues ni el "Fear…" ni el "No Prayer…" se encuentran entre mis favoritos). Pero aún quedan más sorpresas. Suenan las primeras notas de "Iron Maiden"… una gigantesca máscara ocupa el fondo del escenario y todos sospechamos que tras ella se oculta la momia de Eddie. A mitad de la canción, alguien arroja un tanga rojo que Dickinson recoge y cuelga con cara de asombro en un micro, para que Gers acabe colocándolo sobre su cabeza. Este hombre es incorregible. Pero el momento en el que se debe abrir la máscara está cerca. ¡SÍ! Ambos lados se separan y aparece un gigantesco Eddie momificado, que mueve los brazos arriba y abajo queriendo agarrar a todo aquel que ande cerca (lástima que Janick no lo esté).

            Tras esta canción cargada de adrenalina, los Maiden abandonan el escenario, pero nadie del público se mueve: todos quieren más. El grupo se hace de rogar y tarda unos minutos en volver a salir –o a mí se me hace muy larga la espera-. Han colocado una guitarra acústica en el escenario que utiliza Dave para tocar la introducción de "Moonchild" (Esta es otra de las canciones que hubiese cambiado por, por ejemplo, "The Evil that Men Do").

            Pero nos quedan un par de temas antes de ir a por el bocadillo… y Eddie debería aparecer de nuevo. ¡Y efectivamente lo hace! Durante "The Clairvoyant" se pasea un Ed venido del futuro, amenazando a todo el mundo con su pistola láser. Se pelea con Janick y, antes de irse, se la casca a espaldas de Dave.

            La actuación está llegado a su fin y que mejor manera de echar el telón que "Hallowed be thy Name". Los tañidos de campana marcan el principio del fin, encogiéndonos el corazón. El publicó acompaña con palmas a un atormentado Dickinson que ve como le llega su fin. La canción acaba con un estallido de fuego y luz que sirve para rematar un magnífico concierto, donde el público ha sido el séptimo miembro de la banda. Los Maiden se retiran de nuevo y, aunque el personal pide otro bis, éste no llega.

            Feliz por haberlos visto, estoy triste porque no sé cuándo podré volver a verlos. Ya sólo nos queda esperar que Barón Rojo elimine parte de esa pena. Eso… ¡y divertirme con mis amigos! a los que desde aquí mando un abrazo, así como a mi paciente mujer.

V. Durán

Los afortunados

Iced Earth

Slayer

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